sábado, 27 de diciembre de 2008

Los Pasajeros / Juan Pablo Prado


Siempre es más fácil evadir que asumir. Cortar con lo que nos hace mal, con lo que nos impide avanzar. Eso fue lo que dijo en el momento que yo inocentemente me ponía sus audífonos para conocer al nuevo cantante, que según ella, le hacia recordar el tiempo en que compulsivamente escuchábamos a Jeff Buckley.Mientras ella empezaba con su discurso, yo escuchaba la canción que quería que escuchara y no otra. Una canción triste, de las que tanto le gustaba disfrutar, incluso cuando la vida le sonreía con absolutamente todos los dientes.

La micro iba avanzando bastante lento para ser un día domingo en la tarde, no había mucho tráfico en las calles, no había ocurrido ningún accidente, ni nos topamos con alguna protesta. Mientras tanto, yo la miraba y podía notar ese rictus de nerviosismo tan particular de su cara, hacia sonar sus dedos como ramas secas, se comía las uñas y arreglaba su pelo, el discurso seguía con la misma intensidad con la que empezó. Lograba darme cuenta que tartamudeaba como si quisiera terminar luego con el asunto, desahogarse de una vez por todas y sacarse la mierda que tanto la aproblemaba.

Extrañamente no quería que me sacara los audífonos mientras ella siguiera con su discurso, su intención no era más que hablar sin que la escuchase; extraña forma de sincerarse. Yo seguía su juego. Por cierto, la canción era maravillosamente extraña, mientras tanto yo me hacia el desentendido, sabia perfectamente como terminaría la canción, conozco sus gustos al dedillo. Un fade out interminable, una espiral continua de tristeza, el escalofrió mas grande que se pueda sentir…Sin embargo, de verdad creo que por primera vez sentí la necesidad de equivocarme, el asunto se escapaba de mis manos, ya no era ni el director de la orquesta ni menos el que apretaba la tecla play. Esta canción era maravillosamente triste.

El cantante seguía con su performance y ella con su discurso, la micro con su lento caminar y yo con la nerviosa incertidumbre de saber a donde nos llevaría esta situación, de pronto todo se volvió gris, tan gris como un disco de la Velvet Underground. La canción no termino con un fade out interminable, ni menos con la espiral continua de tristeza a la que estaba acostumbrado. Ella tomo mi frente y la beso, soltó un par de lagrimas, me saco sus grandes audífonos y me dijo: “…fue mucho mas fácil ponerte los audífonos para que no escucharas las bombas que tu mismo detonaste...”

Y así como súbitamente mi compañera decidió recordar los días en que escuchábamos a Jeff Buckley, prender su Mp3, emitir su interminable discurso y decirme tan decidoras palabras, súbitamente la micro volvió a retomar su velocidad acostumbrada…lo mas seguro es que escucho las bombas caer y decidió correr.

1 comentario:

Ezequiel dijo...

La frase de los audífonos y las bombas detonadas, me hace acordar a la escena inicial de Alta fidelidad. Cuando ella se marcha, se los arranca y le hace saber de los estallidos. Excelente.